lunes, 15 de septiembre de 2014

Derecho a decidir

Las tensiones que el independentismo catalán ha tenido con el resto de España no son nuevas. A finales del siglo XIX se empezó a gestar, como movimiento político, el embrión de lo que hoy conocemos como nacionalismo catalán. Siguiendo un camino paralelo en el tiempo con el nacionalismo vasco, en las dos últimas décadas del siglo XIX se forjan las bases de ambos movimientos políticos. 

La Guerra de Sucesión y el sitio de Barcelona por las tropas borbónicas se ha convertido, para el imaginario colectivo, en el gran agravio a la causa catalana

En el caso vasco “partiendo de cero”, con Sabino Arana como referente intelectual, que proviene del carlismo, y que diseña desde el ideario hasta la ikurriña, inspirándose en la unión jack británica. En el caso que nos ocupa, el catalán, se recuperan símbolos ya existentes como la bandera, San Jordi o la virgen de Montserrat y otros también “inventados” como el himno “Els segadors”, compuesto en 1899. La base ideológica conservadora y las referencias religiosas denotan los mismos orígenes, el carlismo, que de manera tan fuerte caló en el País Vasco y también en Cataluña, sobre todo en la década de 1870, en la Tercera Guerra carlista.

El carlismo caló profundamente en Cataluña, que se convirtió en la región que más apoyó esta causa en la Tercera Guerra fuera de Navarra y el País Vasco. Oleo de Ferrer Dalmau


El primer partido político, como tal, que empieza a reivindicar un cierto grado de autonomía para Cataluña es la Lliga Regionalista, fundada en abril de 1901, y en la que destacan figuras como Francesc Cambó o Enric Prart de la Riva, entre otros. Al contrario del nacionalismo vasco, muy personalizado en la figura de Arana, los regionalistas catalanes reúnen a un nutrido grupo de intelectuales y burgueses que formarán su núcleo más solido.

Francesc Cambó, uno de los "padres" del regionalismo catalán a principios del siglo XX

Ya en la primera década del siglo XX se empiezan a oír voces que hablan de una posible ruptura de España. En 1905 se produce un conocido incidente, el asalto a la revista satírica Cut-cut por parte de un grupo de oficiales del ejército. Desde 1905 y en los 109 años siguientes oiremos muchas veces la amenaza de la ruptura de España, especialmente por los sectores más conservadores del resto de España.

Este chiste fue el detonante del asalto a la revista en 1905.

Portada de la revista satírica Cut-cut

Los primeros frutos de la lucha política del entonces regionalismo catalán se producen en 1914, cuando gracias a las presiones sobre el gobierno de Eduardo Dato de Prat de la Riva, que era por entonces presidente de la Diputación de Barcelona, se crea la Mancomunidad de Cataluña, que no era otra cosa que la unión de las cuatro diputaciones catalanas en una única entidad. 

El golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera, que precisamente se produjo en Barcelona, acabó en 1923 con la Mancomunidad. Fueron años convulsos los que siguieron al final de la Primera Guerra Mundial. Tras la expansión de la industria catalana durante el conflicto, siguió una profunda crisis económica agravada con la crisis política en la que anarquistas y socialistas se vieron envueltos en una auténtica guerra sucia contra los patronos y los pistoleros que estos contrataron para protegerse, a lo que se sumó la Guerra de Marruecos, con el Desastre de Anual como telón de fondo. Miles de personas murieron en esos años en las calles de Barcelona. Por este motivo, por el miedo a la extensión de la influencia bolchevique en España, y por el carácter profundamente conservador del regionalismo catalán, el golpe de Primo fue recibido con alivio, cuando no aplaudido por los regionalistas. Esto supuso además un punto de inflexión para que empezara a crecer el “catalanismo de izquierdas”, liderado por Izquierda Republicana de Cataluña.

Miguel Primo de Rivera dio su golpe de estado en la ciudad condal en 1923. La adhesión del rey Alfonso XIII supuso a medio plazo la pérdida del trono.

Más conocida es la etapa de la II República y la Guerra Civil. Otra vez se agita el riesgo de ruptura de España, esta vez con más motivo que nunca, y es que en 1934, el que era segundo presidente de la Generalidad, Lluis Companys, proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. De todos es sabido que el gobierno central, entonces controlado por la derecha en el denominado bienio negro, suspendió el estatuto de autonomía catalán, que había entrado en vigor en 1932. No fue hasta 1935 cuando el estado central devolvió algunas competencias a la Generalidad, aunque la derrota republicana en la Guerra Civil enterró las aspiraciones de autonomía de los catalanes hasta la muerte del general Franco. 

El regreso de Josep Tarradellas, que había pertenecido al gobierno de Companys (y le acompañó en la cárcel en 1934) y que había sido presidente de la Generalidad en el exilio, marcó el inicio de la España de las autonomías en plena Transición. 


Un delincuente confeso, Jordi Puyol, sería el sucesor de Tarradellas al frente de la Generalidad durante 23 años. En ese tiempo, Pujol se envolvió en la bandera catalana para protegerse frente a la justicia en el caso Banca Catalana, un claro ejemplo de la falta de independencia de la justicia española, acostumbrada a sufrir las presiones del poder político. 

Estos son, en resumen, los antecedentes del independentismo catalán, con un siglo escaso de historia. Durante las últimas tres décadas, los diferentes gobiernos catalanes, bien los de CiU con Puyol o Mas  a la cabeza, como los del tripartito, han utilizado ingentes recursos públicos en una sola causa, alcanzar la meta de la independencia de Cataluña. Miles de millones invertidos en el pensamiento único, en el adoctrinamiento constante de la población desde la escuela a los medios de comunicación, tanto públicos (TV3 con sus cinco canales y sus pérdidas millonarias) como los medios privados subvencionados con la publicidad institucional. Dinero a espuertas para la cultura en catalán, eso sí, siempre que esta fuera adicta al régimen, y sino vean el caso de Albert Boadella, exilado en Madrid por las presiones de los intransigentes. 

Jordi Pujol junto a tres de sus hijos. La corrupción institucionalizada en nombre de la patria ha llevado a esta familia a amasar una fortuna que algunos medios calculan que supera los 1.800 millones de euros

La historia ha sido una de las materias que más ha “sufrido” la locura de los independentistas hasta límites insospechados. Pseudohistoriadores catalanes han llegado a afirmar que Miguel de Cervantes, Santa Teresa de Jesús o Cristobal Colón eran catalanes. La difusión de la lengua catalana fuera de España ha recibido también un chorro de dinero difícil de calcular. Todo nacionalista es expansivo por naturaleza y los catalanes no iban a ser menos. La invención de los Paisos Catalans, que incluirían, muy a su pesar, partes de Aragón, toda la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares, el Rosellón francés y parte de la Cerdeña italiana es una clara muestra del delirio imperialista de algunos. Menos mal que aún no han hablado de “espacio vital”. 

La creativa invención de unos supuestos "Países catalanes" tiene una gran acogida en ciertos sectores de la izquierda radical de fuera de Cataluña
Lo que tengo claro es que el independentismo catalán ha tenido un plan y no ha tenido prisa en ejecutarlo. CiU, con Pujol a la cabeza, diseñó a principios de los ochenta una hoja de ruta a largo plazo para llegar a un objetivo final: la independencia de Cataluña, para lo que destinó los recursos antes mencionados y para controlar los elementos clave para difundir su mensaje (especialmente educación y medios de comunicación).

La paciencia del plan independentista de Pujol y compañía ha surtido mucho más efecto que la de sus homólogos vascos
La situación actual supone un callejón de difícil salida. ¿Qué podemos hacer frente al desafío independentista? ¿Debe la sociedad española enfrentarse abiertamente o debe ceder al chantaje del “derecho a decidir”?

La mejor baza con la que ha contado el independentismo catalán en los últimos años ha sido la coincidencia de que al frente del gobierno de España se encuentran los dos peores presidentes de la democracia, Rodríguez Zapatero y Rajoy. El primero fue tan corto de miras que afirmó que apoyaría la reforma del estatuto catalán que saliese del parlamento autónomo… y se equivocó y nos metió un lío descomunal, al apoyar una reforma ilegal por inconstitucional. Ahora padecemos a Rajoy, que no se sabe si sube o baja y su estrategia política es siempre esconder la cabeza y esperar que escampe.

Los dos peores presidentes de la democracia han consentido en gran medida que se llegue a la situación actual
Señor presidente ha llegado el momento de actuar antes de tener que verse obligado a aplicar el artículo 155 de la Constitución 

Art. 155.- Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.


Y la mejor manera de actuar es con la ley en la mano. Empiece usted por recuperar competencias para el estado central. Recupere la competencia de educación y supervise usted las materias que estudian los niños catalanes. Recupere también las competencias en sanidad, para garantizar la igualdad de derechos de los españoles y evitar que un gobierno como el catalán, sea capaz de recortar de manera salvaje en sanidad mientras despilfarra millones de euros en su plan soberanista. Garantice usted, señor presidente, una justicia independiente (no sólo en Cataluña), para que ésta pueda investigar a los políticos corruptos y que todos los ciudadanos sean tratados de la misma manera ante los tribunales, por muy honorables que se hagan llamar. Tampoco estaría mal hacer cumplir la ley y que la bandera española ondee en todos los edificios oficiales de de Cataluña, desde el más pequeño de los ayuntamientos, hasta cada uno de los edificios públicos que hay en Barcelona.

Independentistas catalanes asaltando el ayuntamiento de San Pol de Mar para retirar la bandera de España

Y por último, señor presidente, si en usted ha calado la inteligente estrategia que ha planteado el independentista presidente Mas, tiene una buena ocasión en darle donde le duele. La soberanía reside en el pueblo. Votemos, pero en toda España, aunque antes de llegar a eso no estaría mal haber empezado por todo lo anterior.