viernes, 14 de enero de 2011

La caída de los gigantes (I)

Si en anteriores post el enlace con la historia (y la actualidad) venía de la mano del cine, mi reciente lectura de la obra de Ken Follett ha hecho que este artículo se centre en una novela que, por supuesto, no voy a chafar a nadie.
Portada de la primera edición en español de La Caída de los Gigantes, primera parte de una trilogía que repasará la historia del siglo XX 

El periodo histórico en el que está ambientada la novela es uno de los más interesantes de la historia, a la vez que desconocidos: la segunda década del siglo XX. La I Guerra Mundial fue crucial en el sentido de cambio de una sociedad, de ruptura, a todos los niveles, con la manera de vivir que había en los diferentes países antes y después del conflicto.

Todo empieza en 1911 y en ese momento en Europa sólo había 20 países (ahora hay 51). No existían naciones como Finlandia, Polonia, Albania, Irlanda o Islandia. Noruega y Suecia se acababan de separar en dos países independientes en 1905. Los cuatro grandes imperios, ruso, alemán, austro-húngaro y otomano ocupaban un inmenso territorio.

Alemania se extendía desde Alsacia y Lorena en el oeste, que ahora están en Francia, hasta Memel, en Lituania, o Kronisberg (actual Kaliningrado), ciudad natal de Kant y parte de la Federación Rusa. Irlanda, Malta y Chipre no eran independientes sino británicas. Austria-Hungría era mucho más que esos dos países, puesto que lo componían además Chequia, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia, Bosnia y parte de la actual Rumanía. Polonia estaba dividida entre tres imperios, Alemania, Austria-Hungría y Rusia. En el “cortijo” del zar Nicolás II ahora hay naciones como Finlandia, Bielorrusia, Ucrania, Estonia, Letonia, Lituania, Georgia, Armenia (una parte de la cual estaba en manos otomanas), Azerbaiyán y por supuesto Rusia. El Imperio Otomano se extendía por tres continentes, con un dominio más nominal que efectivo en el norte de África (que en realidad estaba controlado por franceses, Túnez, italianos, que ese año invadieron Libia, y británicos Egipto), todo Oriente Medio desde el Mediterráneo hasta Persia (repartida entre rusos y británicos), las penínsulas Arábiga y Anatolia y territorios europeos desde Constantinopla al mar Adriático, donde ahora están Albania, Macedonia y parte de Serbia, Grecia y Bulgaria. En estos territorios se encuentran además las tres ciudades santas del islam: la Meca, Medina y Jerusalén, con lo que la influencia turca iba mucho más allá de lo puramente político.

En ese momento la monarquía, en sus diferentes formatos, era la norma y Francia la única república importante, junto con la Confederación Helvética y la recién creada (un año antes de empezar la novela, en 1910) República de Portugal. Todo lo contrario sucedía en América, donde las repúblicas eran la forma de gobierno preferida, con Estados Unidos a la cabeza, aunque allí quedaban aún posesiones coloniales europeas desde Canadá a las Malvinas.

Las mujeres aún no tenía derecho a voto en ningún país del Viejo Continente y el movimiento sufragista empezaba a tener cierta entidad en el Reino Unido.

En este escenario se desarrolla la novela. Una vasta obra de más de mil páginas de las que sólo voy a comentar algunos puntos para no destriparla. Bien documentada y ambientada, el autor pasa de puntillas por algunos episodios interesantes de la historia, mientras que en algunos se recrea de manera excesiva y otros, muchos de ellos muy conocidos, simplemente ni se mencionan.

Precisamente por ser algunos de los hechos que personalmente me parecen más interesantes de este conflicto quería mencionarles aquí: la tregua de Navidad de 1914 en el frente occidental; el motín en las trincheras francesas en 1917 o el interesantísimo caso del telegrama Zimmerman, puntilla tras la cual los Estados Unidos entraron en guerra. Pero para no hacer un post demasiado largo, lo dividiré en partes.
El Kaiser en una de sus visitas al frente. Guillermo II fue un gobernante mediocre que no supo aprovechar la herencia de Bismark y que metió a Alemania en la más absurda de las guerras

El día de Navidad de 1914 sería una jornada muy especial. 

En ambos bandos, tanto los estados mayores, como los políticos, habían prometido a sus ciudadanos que la guerra sería cuestión de semanas. Como mucho, habían afirmado, en Navidad los muchachos volverían a casa. Pero eso no sucedió. 
El armamento defensivo se desarrolló muchísimo durante el conflicto y fue determinante en la estrategia de los contendientes. Sólo en los frentes de Oriente (tanto en Rusia como en Oriente Medio) la guerra de movimientos se pudo llevar a cabo 

Tras el avance fulgurante de las tropas alemanas en territorio belga (lo que había provocado la entrada de los ingleses en la guerra) y francés, el río Marne se convirtió en un obstáculo infranqueable y los franceses evitaron la caída de París gracias, en buena medida, a la movilización de los taxistas de la capital, que trasladaron en sus coches a las tropas de reserva al frente, en la que se convertiría en la primera batalla crucial de la guerra.
Uno de los momentos clave en la I Primera Guerra Mundial: los taxistas de París trasladan tropas al frente


Los soldados comenzaron a cavar trincheras, el frente se estabilizó y llegó la Navidad. De manera tácita se alcanzó una tregua en el frente occidental. Las armas callaron. Y entonces se produjo el “milagro”. Los hombres empezaron a salir de las trincheras y a confraternizar en la tierra de nadie, ese espacio mortal a medio camino entre las alambradas de uno y otro contendiente. Compartieron cerveza y tabaco (está documentado que algunos incluso llegaron a echar un partido de fútbol ante el estupor de sus oficiales, que no podían creer lo que estaba pasando). Habían perdido el control sobre sus tropas y si esto iba a más, sus hombres al día siguiente podrían no querer salir de las trincheras y jugarse la vida enfrentándose a los soldados con los que habían compartido su tabaco. Unos disparos de artillería recorrieron el frente y “disolvieron” el compadreo. Durante meses los socialistas habían llamado a la “hermandad obrera internacional” para parar el conflicto, pero el nacionalismo fue más fuerte que el socialismo y la guerra no se pudo detener. La oficialidad aprendió la lección y esta situación no se volvió a repetir en años sucesivos.



Durante algo más de cuatro años el frente apenas varió unos kilómetros y los que sus coetáneos conocieron como la Gran Guerra se convirtió en el conflicto más atroz y sanguinario que la humanidad había conocido. Más de diez millones de muertos provocados por la muerte de un solo hombre. El 28 de junio de 1914, un joven nacionalista serbio de 19 años, Gavrilo Princip, perteneciente a una organización secreta de siniestro nombre, la mano negra, mató a tiros en la ciudad de Sarajevo al heredero del trono austro-húngaro, un imperio que tras la guerra desapareció para siempre, como una forma de vida que ya sólo se vería en los libros de historia. 
Este terrorista encendió la mecha que hizo perder la vida a más de diez millones de personas. Gavrilo Princip, un nacionalista serbio, asesinó al Archiduque Francisco Fernando. El sueño de la Gran Serbia no se acabó en 1914, otro nacionalista a ultranza, Slobodan Milosevic tuvo el mismo sueño en 1989 y su discurso en Kosovo acabó con la desintegración de su país y varias guerras: Croacia, Bosnia y finalmente el propio Kosovo 

3 comentarios:

  1. Lo que pasó en el frente esa Navidad debería de servir de ejemplo de comportamiento entre bandos que siempre están enfrentados, como los políticos, sin dejar que nacionalismos, o socialismos, u otros -ismos acaben con la hermandad entre personas igualitarias y libres.

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  2. Me encanta la tregua de Navidad. Hay un libro de un ilustrador británico que se llama Michael Foreman que habla de eso, se llama "War Game" y tiene unas imágenes fantásticas, creo que tengo que volver a leerlo!

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  3. Como veis he puesto un enlace a la canción de Paul McCartney "Pipes of peace" (no he encontrado ninguna versión de mayor calidad) ambientada en esa situación.
    Aquella fue una situación única en la que la guerra quedó apartada por unas horas y que hizo temblar las bases del militarismo imperante en los dos bandos. ¿Os imagináis por un momento que aquella tregua hubiese ido a más y se hubiese convertido en una auténtica revolución pacifista?

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