lunes, 31 de enero de 2011

100 días

Quizás porque no me había planteado ninguna meta cuando empecé a escribir este blog en octubre, el hecho de que en los primeros 100 días de vida haya tenido más de 1.800 visitas, me reconforta. 

Estadísticas del blog a 31 de enero de 2011

Está claro que no todo han sido lecturas. Que más de uno pasaba por allí y se encontró el blog (ha habido visitas de Vietnam, Singapur o Chile, lugares en los que no conozco a nadie), pero aún así, estoy contento y como no, agradecido a todos aquellos que no os lo habéis encontrado, sino que lo habéis buscado y leído con interés. Gracias a los que habéis comentado, no sólo en el blog, sino a los que me habéis enviado correos electrónicos. Gracias a aquellos que habéis compartido el enlace del blog, a aquellos que lo habéis puesto en vuestro Facebook y a los que habéis “invitado” a vuestros amigos a seguirlo. Gracias a los 22 seguidores en blogspot.com y a los 72 de NetworkedBlogs.

Visto el resultado, ahora no sólo queda seguir escribiendo, sino que el siguiente paso será intentar dar a conocer el blog, “moverlo” un poco más por la red.

Napoléon la lió mucho más gorda que yo en cien días. En ese tiempo el corso recuperó su Imperio. Salió de su cautiverio en la isla de Elba, levantó en armas a más de 120.000 hombres y puso en jaque a los aliados en Waterloo, por cierto, muy bueno el libro del mismo título del que fuera primer ministro francés, Dominique de Villepain. Qué bien nos vendrían políticos en nuestro país con conocimientos de historia. Cien días dan para mucho más, pero por algún sitio hay que empezar a poner granitos de arena para cambiar España.

Portada del libro de Dominique de Villepin, "Los cien días", una obra muy recomendable para entender el final del Imperio Napoleónico

Una vez más gracias a todos los que me leéis.

viernes, 28 de enero de 2011

España, país de emigrantes

La prensa española ha publicado en los últimos días una propuesta que Angela Merkel ha hecho a nuestro presidente: el gobierno alemán se compromete a ofrecer trabajo a jóvenes españoles. Los términos concretos de la propuesta los veremos en unos días, cuando se entrevisten Merkel y Rodríguez Zapatero, pero la esencia del mensaje está clara, Alemania vendrá a nuestro país a fichar a los mejores.


Lo malo es que nuestro presidente pensará que le están haciendo un favor. Con un desempleo juvenil (lo de juvenil lo dicen ellos, porque incluye a personas de hasta 30 años) superior al 40%, Zapatero está encantado con la propuesta. Si unos cuantos miles de jóvenes salen de golpe de las listas del INEM, más posibilidades tendrá de “vender” a la opinión pública en las próximas elecciones de 2012 que estamos saliendo de la crisis, sobre todo cuando la falacia de los brotes verdes no se la cree ni él.

Angela Merkel ha realizado una proposición en la que demuestra su sentido de estado: contratará por debajo del precio de mercado (del mercado alemán se entiende), a jóvenes españoles bien cualificados


La situación de todos modos no es nueva. Varios de mis amigos han tenido que emigrar por razones (fundamentalmente) económicas. Estados Unidos, Gran Bretaña o Alemania son los principales destinos. “Casualmente” todos los que se han ido son universitarios. Todos hablaban idiomas antes de salir de España. La mayoría son ingenieros. Y afortunadamente casi todos leen este blog.


¿No se dan cuenta nuestros políticos de que nos encontramos ante un drama de dimensiones colosales? Estamos ante una fuga de cerebros en toda regla. Llevamos un tiempo padeciéndola, son muchas las enfermeras que cada año van al Reino Unido en busca de un trabajo estable y bien pagado, mientras que la administración pública se burla de la legislación laboral, encadenando uno tras otro contratos de seis meses, que nuestros médicos y enfermeros se ven obligados a firmar. También tenemos una colección de investigadores trabajando en el extranjero. Ante los salarios de hambre que se pagan en España y los limitadísimos medios de nuestros laboratorios y centros de investigación, Estados Unidos se convierte en destino preferencial. Y ya no voy a hablar de aquellos profesionales que se dedican a investigar ciencias sociales o humanas. ¿Alguien cree que se puede vivir en España de la investigación de la historia?

Pero da igual. A nuestros gobiernos les da igual. Los informes PISA (Programme for International Student Assessment) nos colocan a la cola de Europa. Y sigue dando igual. Da igual que estos informes se hagan en comunidades autónomas gobernadas por el PP o por el PSOE. Y digo lo de las comunidades autónomas, porque éstas tienen trasferidas las competencias en educación.
Todos los informes internacionales dejan el nivel de la enseñanza universitaria española por los suelos

¿Cómo puede ser que haya facultades y escuelas universitarias en Palencia o Jaén? Y no tengo nada contra estas ciudades. Todo lo contrario. Podría decir lo mismo de Lérida u Orense, o de Huelva o de Zamora. En todas estas ciudades hay universidades. ¿Nos hemos vuelto locos? Pues sí. La división autonómica nos ha llevado a esto. Y no es que el sistema autonómico sea malo, es que está mal gestionado.
Las universidades de ciudades pequeñas no pueden competir en calidad con las grandes universidades. En la imagen el escudo de la Universidad de Jaén. Y con todo esto espero que nadie se quede en la anécdota y convierta este artículo en una crítica a Jaén. 

No puede haber universidades en todas las capitales de provincia del país. Eso es lo contrario a la educación universal que tiene que ser la seña de identidad de un centro de estas características. Pero en España somos así. Los jóvenes no salen de casa para estudiar, como sería lo lógico en cualquier país europeo. Eso hace que no sea necesario que trabajen mientras estudian, como hacen la mayoría de jóvenes europeos. Y cuando terminan la carrera hacen un master y cuando acaban el master un postgrado y cuando acaban el postgrado tienen treinta años y siguen con sus padres. Un drama social. 

La calidad de la enseñanza depende de muchos factores, pero es evidente que los más de 100.000 profesores universitarios que hay en nuestro país no son todos excepcionales. Es público que conseguir una cátedra en una universidad de “segunda” es mucho más fácil y muchos de los profesores mediocres deciden salir a estas universidades para promocionarse. Está claro que no son todos, pero para un prestigioso jurista, ¿dónde preferiría dar clase en Jaén o en Madrid?; un eminente historiador, ¿donde preferirá investigar en Zamora o en Barcelona?; un cirujano con reputación internacional, ¿donde ejercerá en Lugo o Valencia?. Esto no significa hacer de menos a estas ciudades (que sería la lectura fácil), lo que quiero decir es que sería mucho mejor tener la mitad de universidades, con la mitad de profesores y que éstos de paso cobrasen el doble… o a poder ser el triple. El principio del reconocimiento empieza por el salario. Si en España un profesor de filosofía o de derecho ganase 10.000 euros al mes, otro gallo nos cantaría. Entonces España sería un país receptor de cerebros. Estados Unidos lleva más de cien años aplicando esta política. Hace más de una década cuando mi amigo Juan Francisco fue a estudiar a MIT . (Massachusetts Institute of Technology) en Boston me dejó con la boca abierta al hablarme de los premios noveles que le daban clase. En España directamente no hay ninguno. 
Campus de Zamora

En el resto de Europa esto no pasa, al menos no en la misma medida. Es muy común que para estudiar una carrera sea necesario cambiar de ciudad y por lo tanto si se procede de una familia de clase media, lo normal sea trabajar a tiempo parcial para completar los ingresos. Incluso cuando los universitarios vienen a nuestro país con una beca Erasmus, buscan un trabajillo como camareros o dependientes, así mejoran el idioma y sacan un sobresueldo. ¿Alguien conoce a un joven español que esté en la universidad y que viviendo en casa de sus padres esté trabajando de camarero? Lo digo para proponerle para la Medalla del Mérito al Trabajo de 2011.

Y en estas que llega la Merkel y nos hace esta oferta. Con una universidad casi gratuita como tenemos en España (que nadie se equivoque, una plaza en una universidad pública cuesta al estado una media de 12.000 euros (*) y no los 700 que el alumno paga de matrícula al año), los sufridos contribuyentes vamos a tener que pagar la formación de una juventud que no va a devolver a esta sociedad por la vía del trabajo, una parte de lo que la sociedad ha pagado por sus estudios. No señor. Los mejores de esos jóvenes, los más espabilados, los que mejores notas saquen, cogerán las maletas y como tantos españoles hicieron en los años 60 y 70, se irán camino de Alemania a cobrar un buen sueldo, a dejar allí su esfuerzo y a desarrollar una carrera profesional con futuro… justo lo que nos falta en España. Futuro. 

(*) Nota: He de reconocer que la cifra de 12.000 euros la he escrito sin una base empírica (aunque la he oído en algún sitio), pero ante la objeción de mi editora he hecho mis deberes, sencillos por otra parte. He elegido una universidad de tipo medio (la Carlos III de Madrid) he revisado sus presupuestos (que por supuesto no incluyen ninguna partida que haga referencia al pago por los terrenos donde está construida o el pago por alquiler de los edificios… pero dejemos estar esta cuestión) y cotejado con el número de alumnos matriculados. El presupuesto para 2011 es de 178.337.759 euros y el número de alumnos matriculados es de 18.591. Un sencilla división nos revela que el coste medio de la matrícula es de 9.593 euros y los ingresos que la universidad tiene en concepto de matrículas sólo cubre el 13% del presupuesto. Está claro que no voy a hacer esta misma cuenta con las infinitas universidades españolas, pero seguro que el gasto se dispara en las más pequeñas. En todo caso, creo que queda claro con estos datos que un alumno sólo paga una pequeña parte del coste de su matrícula.

viernes, 14 de enero de 2011

La caída de los gigantes (I)

Si en anteriores post el enlace con la historia (y la actualidad) venía de la mano del cine, mi reciente lectura de la obra de Ken Follett ha hecho que este artículo se centre en una novela que, por supuesto, no voy a chafar a nadie.
Portada de la primera edición en español de La Caída de los Gigantes, primera parte de una trilogía que repasará la historia del siglo XX 

El periodo histórico en el que está ambientada la novela es uno de los más interesantes de la historia, a la vez que desconocidos: la segunda década del siglo XX. La I Guerra Mundial fue crucial en el sentido de cambio de una sociedad, de ruptura, a todos los niveles, con la manera de vivir que había en los diferentes países antes y después del conflicto.

Todo empieza en 1911 y en ese momento en Europa sólo había 20 países (ahora hay 51). No existían naciones como Finlandia, Polonia, Albania, Irlanda o Islandia. Noruega y Suecia se acababan de separar en dos países independientes en 1905. Los cuatro grandes imperios, ruso, alemán, austro-húngaro y otomano ocupaban un inmenso territorio.

Alemania se extendía desde Alsacia y Lorena en el oeste, que ahora están en Francia, hasta Memel, en Lituania, o Kronisberg (actual Kaliningrado), ciudad natal de Kant y parte de la Federación Rusa. Irlanda, Malta y Chipre no eran independientes sino británicas. Austria-Hungría era mucho más que esos dos países, puesto que lo componían además Chequia, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia, Bosnia y parte de la actual Rumanía. Polonia estaba dividida entre tres imperios, Alemania, Austria-Hungría y Rusia. En el “cortijo” del zar Nicolás II ahora hay naciones como Finlandia, Bielorrusia, Ucrania, Estonia, Letonia, Lituania, Georgia, Armenia (una parte de la cual estaba en manos otomanas), Azerbaiyán y por supuesto Rusia. El Imperio Otomano se extendía por tres continentes, con un dominio más nominal que efectivo en el norte de África (que en realidad estaba controlado por franceses, Túnez, italianos, que ese año invadieron Libia, y británicos Egipto), todo Oriente Medio desde el Mediterráneo hasta Persia (repartida entre rusos y británicos), las penínsulas Arábiga y Anatolia y territorios europeos desde Constantinopla al mar Adriático, donde ahora están Albania, Macedonia y parte de Serbia, Grecia y Bulgaria. En estos territorios se encuentran además las tres ciudades santas del islam: la Meca, Medina y Jerusalén, con lo que la influencia turca iba mucho más allá de lo puramente político.

En ese momento la monarquía, en sus diferentes formatos, era la norma y Francia la única república importante, junto con la Confederación Helvética y la recién creada (un año antes de empezar la novela, en 1910) República de Portugal. Todo lo contrario sucedía en América, donde las repúblicas eran la forma de gobierno preferida, con Estados Unidos a la cabeza, aunque allí quedaban aún posesiones coloniales europeas desde Canadá a las Malvinas.

Las mujeres aún no tenía derecho a voto en ningún país del Viejo Continente y el movimiento sufragista empezaba a tener cierta entidad en el Reino Unido.

En este escenario se desarrolla la novela. Una vasta obra de más de mil páginas de las que sólo voy a comentar algunos puntos para no destriparla. Bien documentada y ambientada, el autor pasa de puntillas por algunos episodios interesantes de la historia, mientras que en algunos se recrea de manera excesiva y otros, muchos de ellos muy conocidos, simplemente ni se mencionan.

Precisamente por ser algunos de los hechos que personalmente me parecen más interesantes de este conflicto quería mencionarles aquí: la tregua de Navidad de 1914 en el frente occidental; el motín en las trincheras francesas en 1917 o el interesantísimo caso del telegrama Zimmerman, puntilla tras la cual los Estados Unidos entraron en guerra. Pero para no hacer un post demasiado largo, lo dividiré en partes.
El Kaiser en una de sus visitas al frente. Guillermo II fue un gobernante mediocre que no supo aprovechar la herencia de Bismark y que metió a Alemania en la más absurda de las guerras

El día de Navidad de 1914 sería una jornada muy especial. 

En ambos bandos, tanto los estados mayores, como los políticos, habían prometido a sus ciudadanos que la guerra sería cuestión de semanas. Como mucho, habían afirmado, en Navidad los muchachos volverían a casa. Pero eso no sucedió. 
El armamento defensivo se desarrolló muchísimo durante el conflicto y fue determinante en la estrategia de los contendientes. Sólo en los frentes de Oriente (tanto en Rusia como en Oriente Medio) la guerra de movimientos se pudo llevar a cabo 

Tras el avance fulgurante de las tropas alemanas en territorio belga (lo que había provocado la entrada de los ingleses en la guerra) y francés, el río Marne se convirtió en un obstáculo infranqueable y los franceses evitaron la caída de París gracias, en buena medida, a la movilización de los taxistas de la capital, que trasladaron en sus coches a las tropas de reserva al frente, en la que se convertiría en la primera batalla crucial de la guerra.
Uno de los momentos clave en la I Primera Guerra Mundial: los taxistas de París trasladan tropas al frente


Los soldados comenzaron a cavar trincheras, el frente se estabilizó y llegó la Navidad. De manera tácita se alcanzó una tregua en el frente occidental. Las armas callaron. Y entonces se produjo el “milagro”. Los hombres empezaron a salir de las trincheras y a confraternizar en la tierra de nadie, ese espacio mortal a medio camino entre las alambradas de uno y otro contendiente. Compartieron cerveza y tabaco (está documentado que algunos incluso llegaron a echar un partido de fútbol ante el estupor de sus oficiales, que no podían creer lo que estaba pasando). Habían perdido el control sobre sus tropas y si esto iba a más, sus hombres al día siguiente podrían no querer salir de las trincheras y jugarse la vida enfrentándose a los soldados con los que habían compartido su tabaco. Unos disparos de artillería recorrieron el frente y “disolvieron” el compadreo. Durante meses los socialistas habían llamado a la “hermandad obrera internacional” para parar el conflicto, pero el nacionalismo fue más fuerte que el socialismo y la guerra no se pudo detener. La oficialidad aprendió la lección y esta situación no se volvió a repetir en años sucesivos.



Durante algo más de cuatro años el frente apenas varió unos kilómetros y los que sus coetáneos conocieron como la Gran Guerra se convirtió en el conflicto más atroz y sanguinario que la humanidad había conocido. Más de diez millones de muertos provocados por la muerte de un solo hombre. El 28 de junio de 1914, un joven nacionalista serbio de 19 años, Gavrilo Princip, perteneciente a una organización secreta de siniestro nombre, la mano negra, mató a tiros en la ciudad de Sarajevo al heredero del trono austro-húngaro, un imperio que tras la guerra desapareció para siempre, como una forma de vida que ya sólo se vería en los libros de historia. 
Este terrorista encendió la mecha que hizo perder la vida a más de diez millones de personas. Gavrilo Princip, un nacionalista serbio, asesinó al Archiduque Francisco Fernando. El sueño de la Gran Serbia no se acabó en 1914, otro nacionalista a ultranza, Slobodan Milosevic tuvo el mismo sueño en 1989 y su discurso en Kosovo acabó con la desintegración de su país y varias guerras: Croacia, Bosnia y finalmente el propio Kosovo 

miércoles, 5 de enero de 2011

Mariano Rajoy y la estrategia del avestruz

Lo del líder de la oposición, Mariano Rajoy, no tiene remedio. Todavía estoy esperando (por eso lo hago sentado) a que se pronuncie sobre el asunto de Álvarez Cascos en Asturias. Qué personaje. No hay manera de que se pronuncie sobre nada. Ha dado en la sede del partido de la calle Génova ¡una sola rueda de prensa en un año! ¿Es que nadie puede poner remedio a esto?


La cuestión es sencilla. Rajoy lleva años desplazando a todo lo que huele a vieja guardia. Pocos son los que quedan de la época de Aznar y casi ninguno en Génova. Sólo en los reinos de taifas, perdón, en las comunidades autónomas quedan reductos del “aznarismo” como es el caso de Andalucía. Allí a Javier Arenas no le mueve de la silla ni Angela Merkel, digo lo de Merkel porque parece que decide más sobre el futuro de España que nuestro presidente.



Pero una cosa es mantenerse en la silla, Arenas, y otra muy distinta es querer volver a ocuparla, Álvarez Cascos. Por muy malas que sean las expectativas del PP en Asturias, Mariano tiene claro que no quiere ver a nadie que le pueda hacer sombra en el panorama nacional. Para eso lleva seis años esperando a ganar unas elecciones. Para eso le saca 18 puntos de ventaja al PSOE. Para eso le designó Aznar sucesor. 



Francisco Álvarez Cascos

Hay un problema de base. Falta democracia en los partidos políticos. Sorprendente ¿no? Precisamente los partidos que deberían de ser las instituciones más democráticas del sistema, se han convertido (en realidad siempre lo han sido) en castas, lobbyes cuyo único interés es obtener la mayor cuota de poder posible y a todos los niveles del estado. ¿Por qué no eligen los afiliados a los partidos a sus representantes de manera directa en unas primarias? La respuesta es sencilla: porque sería imposible manipular a cientos de miles de afiliados, como tienen el PSOE y el PP.


Hubo un tiempo en el que el partido socialista en un alarde de progresismo decidió adoptar este sistema. Parecía que estar en al oposición avalaba el proyecto o al menos lo hacía más fácil. Cómo se iba a presentar un presidente de gobierno en ejercicio a un proceso de primarias. Almunia se presentó con el respaldo de Felipe González y toda la vieja guardia, Chaves, Bono, Rodríguez Ibarra… Todo el “aparato” del partido le respaldaba frente a Borrell. Pero algo salió mal. La militancia no tragó. Y Borrell ganó las primarias y se convirtió en el candidato a la presidencia del gobierno (en teoría, porque en la práctica eso nunca sucedió). Los más de 380.000 militantes que entonces tenía el PSOE le dieron la espalda al pasado, Felipe González y por extensión su delfín, Joaquín Almunia, y abrazaron con ilusión un nuevo proyecto.

Josep Borrell

Pero entonces, como ahora, el “aparato” no se iba a quedar con los brazos cruzados. Borrel no tuvo el coraje, decisión o capacidad para romper definitivamente con el pasado y “retirar” a toda la vieja guardia a la que había derrotado en las urnas, y los dinosaurios se lo merendaron a la primera de cambio. Forzaron a Borrel al máximo hasta que tuvo que dimitir y ¿después?


Pues después se volvió a la fórmula tradicional del congreso. No sin antes de que Almunia, que ya había perdido entre sus propios militantes, se diera un batacazo contra Aznar en las elecciones de 2000. 998 delegados eran mucho más manejables que cientos de miles de afiliados. Y de aquellos polvos, perdón, congreso, vienen estos lodos, quiero decir viene José Luis Rodríguez Zapatero, que derrotó a José Bono, Rosa Díez y Matilde Fernández.

Joaquín Almunia, en el cartel electoral del PSOE de 2000

De este sistema a la democracia orgánica hay un paso.

¿Y en el Partido Popular? De primarias ni se habla. La designación de Mariano Rajoy salió de un cuaderno azul (no podía ser de otro color), propiedad de José María Aznar. Sin más. Tras la derrota en las urnas, en 2008 en el XVI Congreso del PP, Mariano Rajoy se apoyó en los dirigentes regionales más próximos, con Francisco Camps a la cabeza, para acallar al sector crítico liderado por Esperanza Aguirre. Rajoy se mantuvo en el puesto.

Esperanza Aguirre

Y yo me pregunto. Cómo van a conseguir los partidos políticos la confianza de los ciudadanos si no aplican una mayor democracia interna. Cómo quieren que el ciudadano de a pie participe activamente en política. Cómo se va a regenerar la democracia. Si el propio presidente del Congreso de los Diputados ha dicho que lo más fácil para ser diputado nacional es ser amigo de José Blanco o de Soraya Sáez de Santamaría.

Me gustaría ver a José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy enfrentándose a unas primarias en sus propios partidos. Unas primarias en las que los militantes del PSOE y del PP pudieran decidir de manera directa quién quieren que lidere su partido. Así sin más. Sin avales ni intermediarios (delegados). Me da en la nariz que ninguno de los dos ganaría. Es más, estoy convencido de que serían vapuleados. Quizás sea ese el motivo por el que Rajoy halla forzado a Álvarez Cascos a salir del partido, como ha arrinconado en estos años a Zaplana, Acebes, María San Gil, Mayor Oreja, Rato, Pique… No vaya a ser que alguno le haga sombra y pierda su silla.


Hay tantas cosas que deberíamos aprender de la democracia en América… y esto no es el título de un libro de Tocqueville (que por cierto recomiendo). Pero esto da para otro post en el que se puede hablar de las primarias, el sistema electoral, de lo que es un estado federal, de la justicia, la organización de la sociedad civil…

lunes, 3 de enero de 2011

La manipulación de la historia

Cartel original de la película El Almirante

Aprovechando las vacaciones he visto una película histórica que me ha inspirado para escribir este post: El Almirante. El hecho de que en la semana de su estreno sólo estuviese en dos salas de Madrid y que el año de realización fuera 2008 me hizo pensar que no sería muy buena, pero a uno siempre le queda la esperanza de que una película rusa, cualquier película rusa aunque sea buena, tendrá una deficiente difusión en nuestro país. Desgraciadamente la primera impresión resultó ser la acertada, la película es regular, para qué ser benévolo, es bastante mala. Pero por tratar de sacar algo positivo, decidí verla con otros ojos, no con los del que va al cine simplemente a pasar el rato.



Coincide además que estos días he leído “La caída de los gigantes” de Ken Follett y Aleksandr Kolchak, el personaje en el que está basada la película, aparece en la novela (ésta si que es recomendable). Con lo cual estoy teniendo unas vacaciones de los más “históricas”.

http://es.wikipedia.org/wiki/Aleksandr_Kolchak

Kolchak fue un personaje importante en la Rusia de hace cien años. Se le podría recordar por sus expediciones al Ártico o su notable pericia como marino en la Guerra ruso-japonesa de 1904-1905 o en la Primera Guerra Mundial, pero si por algo aparece en los libros de historia es por haber sido el principal líder del Movimiento Blanco, durante la Guerra Civil Rusa de 1918-1920.
Aleksandr Kolchak con uniforme de la Armada Imperial
La película es un auténtico panegírico, por no decir panfleto, de la vida de Kolchak. Es de una épica sublime, por su fotografía, su banda sonora, sus efectos especiales en las escenas bélicas… Pero es muy poco realista, en lo que se refiere a la descripción de una época, cuando se ven las batallas navales del Báltico no se muestra, ni de lejos, la situación de la marinería en los barcos rusos (no olvidemos que la sublevación del Potemkin en 1905 se produjo por la escasez y estado de la comida con la que eran alimentados los marineros). Tampoco se menciona el desprecio por la vida que de sus hombres que demostró la oficialidad rusa a lo largo de la guerra, ni aparece por ningún lado, ni el castigo físico, flagelación incluida, habitual en barcos y trincheras, o las ejecuciones sumarias, así como tampoco la corrupción endémica, que hacía que los suministros no llegasen nunca al frente o que el mantenimiento de las naves fuera pésimo.

Fotograma de la película el Acorazado Potemkin (1925) dirigida por Serguei Eisenstein

Sin embargo, en el film el vestuario de marineros y soldados es impecable. El diseño de los uniformes está cuidadísimo. Me sorprendieron especialmente los pertrechos del ejército blanco en Siberia, los gorros de piel, los abrigos y las botas calzadas por los hombres, cuando los documentos históricos demuestran que los suministros entregados por los aliados (sólo lo que enviaron los británicos se valoró en su día en casi 300 millones de dólares) se quedaban en su mayoría por el camino, vendidos por corruptos oficiales blancos y cosacos. De hecho, muchos de estos hombres, especialmente los cosacos, se convirtieron en auténticos señores de la guerra, que siguieron durante años viviendo del pillaje a uno y otro lado de la frontera ruso-china, hasta que fueron cayendo a manos de los bolcheviques.

Marineros bolcheviques en la película El Almirante
Pero lo más interesante es, como decía al principio, el fondo del asunto. Esta película está realizada con fondos (costó más de 20 millones de dólares) del ministerio de cultura ruso y coproducida por la 20th Century Fox. Si la misma Fox que controla la cadena de televisión más reaccionaria de los Estados Unidos. Kolchak no fue más que un dictador contrarrevolucionario que luchó con todas sus fuerzas contra otra dictadura, la que impusieron los bolcheviques y que causó millones de asesinatos. Él no mató a tanta gente. No le dieron tiempo. Pero durante la época de la URSS, Kolchak fue una figura maldita. Un enemigo del pueblo y sólo ahora se ha podido hablar de él. De hecho está película se convirtió en su estreno en todo un fenómeno en Rusia, con un rotundo éxito de taquilla, pobres rusos, con lo aburrida que es la condenada película.
Konstantin Khabenskiy en el papel de Kolchak
Pero ahora la cosa se ve de otra manera y por ello hay que fabular un poco, a la vez que ensalzar los valores patrióticos y nacionalistas. A lo largo de toda la película y en varias escenas clave se ven ondeando al viento banderas rusas. En ningún caso, las banderas imperiales sino la bandera roja, blanca y azul que se empezó a utilizar en 1918 y que se restituyó en 1990 con Boris Yeltsin.

Banderas rusas y de la Entente
Al zar se le representa como a un hombre prudente y religioso que pone en manos de Kolchak la flota del Mar Negro, cuando en realidad fue un necio incompetente, incapaz de ver la que se le venía encima y que cuando se puso directamente al mando de las tropas rusas, se produjo el colapso del frente y se aceleró la derrota de su país y con ella la caída de su régimen. Qué listos fueron los alemanes “facturando” en un tren desde Suiza a Lenin para sembrar en Petrogrado la semilla de la revolución.

Las menciones a la iglesia son numerosas a lo largo de la cinta. Como no, siempre positivas y es que durante los años de régimen oficialmente ateo, la iglesia ortodoxa solamente apareció en el cine soviético para ser atacada. Además todos sabemos lo vistosos que son los trajes de los popes y lo bien que quedan en pantalla.



Una de las cosas más curiosas es que viendo la película, en la que Kolchak no pierde ni una sola batalla, uno no acaba de creer como ese prohombre no ganó la guerra, bueno si nos ceñimos al guión es que fue traicionado por la Legión Checa y por el general francés Maurice Janin (que por cierto tenía un evidente parecido físico a Josif Stalin, el auténtico no el actor). Qué raro que los nacionalistas echen la culpa de sus males a los extranjeros.

¿Por qué me recordará tanto este Kolchak a Vladimir Putin? En fin, serán cosas mías.

El cine, desde su creación, ha servido a la política como arma propagandística y en eso los rusos han sido unos maestros desde la época de Sergei Eisenstein (son especialmente recomendables Octubre y el Acorazado Potemkin). De Hollywood no hace falta hablar, la lista de títulos sería interminable. Incluso en España tenemos claros ejemplos de ello.
Octubre (1927) de Sergei Eisenstein se rodó para conmemorar el décimo aniversario de la revolución

Sergei Eisentein (Riga 1898- Moscí 1948)

Cartel de la película El Acorazado Potemkin (1925)

Sobre la utilización de la historia con fines políticos, que es el fondo de la cuestión que nos ha ocupado en este post, hay mucho que decir en nuestro país. Pero para eso hay que dedicar un post entero a hablar de cosas como la corona Catalano-aragonesa y demás invenciones recientes. Pero eso, nunca mejor dicho, es otra historia.